¿Qué son las ciencias naturales?

Las ciencias naturales son toda enseñanza destinada a la infancia y que cuenta con dos objetivos a perseguir.

¿Cuáles son estos dos objetivos?

En primer lugar, debe dotar a la memoria del niño de estos conocimientos generales, esenciales, sin los cuales éste atravesaría la vida como un inválido entre los hombres sanos.

Estos conocimientos pueden servir de base para conocimientos más profundos o especiales, si así lo exige la carrera que el niño, convertido en hombre, haya elegido.

¿Cuáles son estos dos objetivos?

En segundo lugar, la enseñanza deberá esforzarse por desarrollar las facultades de observación del niño y por consiguiente, su inteligencia, enseñándole a mirar, es decir, a comprender lo que ve. Tendrá que despertar en los jóvenes cerebros esa curiosidad sin la cual ningún estudio es atractivo; ahora bien, hacer atractivo el estudio, es hacerla fecunda.

El principio por el que debe adentrarse el maestro es que, sea cual fuere la materia a la que se aplique, el elude es mucho menos un trabajo de asimilación que una gimnasia de relajación. Se ha dicho a menudo: «El niño no está en la escuela para aprender, sino para aprender a aprender».

Nada es más real. Por eso  la alimentación intensiva que lamentablemente se practica con demasiada frecuencia, es funesta, ya que no cumple en modo alguno el oficio que deseamos. Por el contrario, la alimentación forzada provoca indigestión y repugnancia.

Así pues un maestro se abstendrá de recargar su lección con la exposición de un montón de hechos, llenos de palabras y fórmulas que el niño se apresuraría a olvidar, apenas salido de los bancos de la escuela.

Se esforzará de utilizar sabiamente las materias de la enseñanza para dar al niño hábitos de reflexión y sobre todo, un método de trabajo que ahora será como los veranos de su inteligencia y que más tarde pondrá en práctica, casi instintivamente, sea cual fuere el camino que siga y cuyo resultado sea hacerle trabajar, casi sin que se dé cuenta, tanto a su perfeccionamiento intelectual y moral como al desarrollo de su prosperidad material.

Un buen maestro debe ser ante todo un educador

Tal vez más que todas las demás materias de la enseñanza primaria, las ciencias naturales se prestan a esta educación de la inteligencia.

En primer lugar, el elude de los seres y de las cosas que pueblan el globo aprende a observar, operación que tal vez sea la que menos practica el niño, sin importar lo que se diga.

Los objetos que lo rodean se vuelven, en efecto, tan familiares que, casi siempre, los mira sin verlos. Sin embargo, en los niños muy pequeños hay indudablemente una facultad de asombro, una curiosidad, un don de observación muy real. Lo que le hizo perder fue la costumbre de ver siempre las mismas cosas.

Un buen maestro debe ser ante todo un educador

Despierta o provoca el asombro. Es fácil lograrlo, sólo hay que poner ante los ojos del niño un objeto familiar y demostrarle que no lo ha visto; o incluso, recordarle un fenómeno del que es testigo cada día y demostrarle que nunca lo había notado.

Tomemos por ejemplo dos piedras. Una es una piedra caliza que elegiste lo más dura posible y la otra es un pedernal. Si preguntas a los niños ¿son estas dos piedras iguales? El niño busca y no encuentra.

Habla del color, el aspecto, el peso y no tiene en cuenta las características esenciales que distinguen a estas dos piedras.

Este trabajo preliminar y en cierto modo preparatorio, aunque sólo arroje resultados negativos, no se pierde, ya que tiene por efecto fijar la atención del niño, deseoso de responder antes que su vecino a la pregunta planteada.

Ahora bien, ya al acostumbrar al niño a fijar su atención, habéis hecho obra pedagógica y obra importante. Entonces toma un cuchillo e intenta rayar el pedernal: ¡imposible! Al contrario, en la piedra caliza, la punta del cuchillo traza un surco muy nítido.

Haz lo contrario, frota la hoja del cuchillo con el pedernal, este se podrá rayar. La piedra caliza, por su parte, no dejará ninguna huella en la hoja. Una vez completado este experimento, deja que el propio niño saque la conclusión, el pedernal es más duro que el acero y el acero es más duro que la piedra caliza.

Si no encuentran la respuesta, enséñales la hoja de acero que os sirvió de encendedor y hazles notar que esta hoja, que antes era regular y pulida, ahora está estriada por líneas muy finas  y que un poco de acero fue eliminado del encendedor por el pedernal, más duro que él.

Esta es una ocasión para recordar nociones previamente adquiridas relativas al calor generado por un choque o por una fricción.